martes, 4 de octubre de 2016

#27 Pugilato

Escribe una escena de lucha y/o mucha acción.

Abrí la puerta ante la atenta mirada del barman y bajé las escaleras. Entré en el "vestuario", donde me quité la camisa y los zapatos y los guardé en mi mochila, de la que saqué los guantes.

-Toni, ¿estás listo? Todos te estamos esperando.

El árbitro me miraba desde la puerta, con cara de impaciencia.

-Sí, en un momento salgo.

Abrí un bolsillo pequeño de la mochila y sujeté la foto que había dentro. El embrión (¿o era feto?) ya tenía 10 semanas y acabábamos de oírle los latidos de su corazoncito. Aguanté la foto contra mi pecho y le prometí entre susurros que aquella vida terminaba ese mismo día, de la manera que fuera.

Salí de la habitación y le hice un gesto con la cabeza al árbitro, que empezó a saludar a los miembros del público. Nombró a mi rival, "El Narrador" (que se dedicaba a explicar cada golpe, creyéndose comentarista deportivo) y a mí.

Aparté al público con cara de superioridad, lo que se esperaba de mí, y entré en el círculo hecho con cinta adhesiva blanca, que ya empezaba a desengancharse. Saludé a mi contrincante y el árbitro nos recordó las reglas, e hizo que prometiéramos que jugaríamos limpio. Lo hicimos y nos chocamos los guantes, a lo que cada uno se fue a una punta del "ring" improvisado. Desde allí pude ver entre la gentada al señor Bali, mi jefe. Se lo debía todo a él y tras echarle una mirada, me prometí que le daría un buen espectáculo. Era lo mínimo que podía hacer si esa iba a ser mi última pelea. Todos le teníamos miedo, tenía muchísimo poder en la ciudad, pero sabíamos que era un gran hombre.

-¡Ya! 

El grito me pilló desprevenido, lo que El Narrador aprovechó para darme un buen puñetazo.

-¡Toma derechazo!

Me moví rápidamente dando vueltas a su alrededor y esquivando varios de sus golpes, mientras buscaba un buen punto en el que atacar. Cuando intentó darme en la mandíbula me agaché y le propiné un fuerte puñetazo en el estómago, que le hizo retorcerse durante unos segundos.

-Menuda ostia, esta me la pagas.

La pelea siguió así un rato, esquivando algunos golpes y recibiendo otros a cambio, entre comentarios del otro luchador, hasta que oímos el golpe de bastón del señor Bali. Lo miramos a él un instante y nos miramos a nosotros. Esa señal significaba que debíamos añadirle más emoción. Así que empezamos a movernos más rápido, en un torbellino de puñetazos y comentarios idiotas.

En un momento dado El Narrador me lanzó una patada, que, aunque no estaban prohibidas, tampoco estaban muy bien vistas. La esquivé con facilidad y le empujé con las dos manos. Él se tambaleó un momento y, antes de que recuperará el equilibrio, le volví a pegar en el estómago. Cayó al suelo boca abajo, y me lancé enseguida encima suyo, para conseguir la victoria. Pero él no paró de darme golpes en el pecoso pecho, hasta que uno se estrelló contra mi cara, lo que me hizo retroceder. Un diente saltó desde la mandíbula superior entre gotas de sangre, a lo que él se río y se levantó de nuevo.

-Qué sonrisa tan bonita tienes, ¿no?

Aparté el diente de una patada y me lancé hacia él, golpeándolo una y otra vez en el pecho y la cara. Este aprovechó la fuerza de mi siguiente embestida y me lanzó contra el público, al que estuve a punto de aplastar. Esto me hubiera restado puntos ante la audiencia, pero, ¿quién los necesitaba? Dejé al lado las normas que me había repetido el árbitro al inicio y me arranqué los guantes. Si querían espectáculo, lo tendrían.

El Narrador me miró atónito y, por primera vez en su vida, no soltó ningún comentario, sino que aprovechó el revuelo del público para ser el primero el atacar. Intentó darme otro derechazo, pero se lo paré con la mano y le propiné un rodillazo en el estómago, el cual ya estaba suficientemente amoratado.

Aunque las peleas duraban tanto como tuvieran que hacerlo, esta ya estaba durando demasiado. Cogí la cabeza de él con la mano izquierda y le pegué con la derecha varias veces, hasta que me dio una patada en la espinilla y me hizo perder el equilibrio. Esta vez fue él quien intentó golpearme en el estómago, pero me aparté y él acabó en el suelo. Volví a caer sobre él y bloqueé sus brazos con las piernas, para que no volviera a hacer la misma jugada de antes. El árbitro, que no se había quejado de que hubiera roto las reglas, hizo la cuenta atrás y llegó a cero. 

El público estalló a gritos entre la voz del árbitro, que anunciaba que “El Pecas” (en serio, odiaba ese mote, ya podrían haberse esmerado un poco con él) había ganado ese difícil asalto. Ayudé a mi rival a levantarse y le tendí la mano, y aunque se le notaba furioso, me la estrechó.

Mientras recuperaba a mi rival a levantarse, el sr. Bali se me acercó por detrás con sus guardaespaldas.

-Buena pelea, Toni, muy buena. Estoy orgulloso de ti. Ahora, ¿te importaría venir un momento a mi despacho?

Sus guardaespaldas se colocaron a cada lado y me acompañaros hasta allí, cerrando la puerta a mi espalda, por si se me había ocurrido escapar.

Guillermo Domínguez

2 comentarios:

  1. Holaaa!
    Enhorabuena!! Esta muy bien escrito y me ha gustado mucho. Y ese final abierto le da un toque de intriga muy especial.
    Además me gusta como esta narrado porque yo creo que sería incapaz de narrar tan bien una escena de lucha, siempre me maravillo cuando leo una bien descrita como es el caso.
    Un beso =)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias! Así da gusto escribir relatos :D Aún no tengo pensado qué pasa después del final, pero seguramente volverá a aparecer el mismo personaje en algún otro relato.
      ¡Un saludo!

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...